jueves, 18 de septiembre de 2008

De cadenas, vicios y castrantes rutinas

De cadenas vicios y castrantes rutinas


He llegado a una conclusión...me falta oxígeno, un exorcismo me vendría bien, no sé, algo me retiene, caputra mis deseos, me dependiza...

La sociedad celebra sus triunfos tecnológicos: el tren, la televisión, las vacunas, la bomba atómica, el internet, ahora los genocidios están a tan solo un click de distancia, y la demagogia de masas se hace más accesible para aquellos que quieran ponerla en práctica (bueno hoy día se llama “democracia” o “libertad”, y puede ser transmitida por medio de misiles de continente a continente en solo unas horas).


Las maestras nos contaban de niños como estos sucesos evolutivos humanos, han supuesto mejoras en la calidad de vida, facilidades, avance y optimización de rudimentarios procesos cotidianos (abrir un libro ahora no es necesario, mucho menos llenarse las manos de sangre para conseguir la comida o vengarse del vecino).


La justificación y razón de los impulsadores del avance juraba que daría más tiempo de ocio libre al hombre, reduciendo los tiempos de ejecución de (como ya dije) tareas mundanas, y así expandir la recreación y cultivación del ser. Fácilmente, un rápido análisis evidencia como estos “motores” de cambio, no eran más que los grandes encorbatados (bueno antes usaban monóculos, como Mr Peanut), los cuales, como cualquier artista de arte abstracto, podían sacarse excusas de la manga a docenas por minuto, para llevar a cabo sus planes financieros, conducidos por las vías asfaltadas sobre los hombros de las mayorías “proletarias”...bueno basta, no soy Lenin.

Finalmente, se generaron nuevas necesidades, igual o más mundanas que las anteriores, para así tener otra cosa a la cual reducirle el tiempo, y apretujar a como se pueda alguna más, sacada de la manga, actividad humana. Esto ha ido cercando peligrosamente a la humanidad (o al menos a su porción “civilizada”) en pequeños hábitats donde, de forma exclusiva, se presentan las condiciones para practicar el “progreso”, o mejor dicho, el conjunto de labores mundanas, en su mayoría divertidas y apasionantes, pero innecesarias (que dan dan cuerda a Wall Street y sus famosos encorbatados, para seguir con los satánicos planes...perdón, se me sale sin querer...)

He tratado de definir estos espacios, conocer sus límites, saber sus cánones y definiciones. Podemos barajar ciertos factores que dan frontera a las así llamadas ciudades.

  • Densidad de bares por kilómetro cuadrado: Claro, esta y otras atracciones recreativas son vitales, cuando la población crece, este vital servicio también tiene que hacerlo, sino su gente se volvería loca los viernes por la noche.

  • Alcance de la señal celular y de internet: No podemos darnos el lujo de comprar una casa sobre un bonito cerro en las afueras, si no me puedo comunicar con mis amistades, ¡Que locura! Si termino a mi novia, nadie me daría apoyo psicológico.

  • Saturación de Smog en el aire: El molesto aire de las montañas, se nos hace nocivo a los anaeróbicos citadinos, ¡Y las carreteras ya casi no dan abasto!

  • Y claro las comunes redes de comunicación, servicios públicos, agua potable, y demás cuyo análisis dejamos a los expertos.

En síntesis, estos oasis humanos, son ecosistemas artificiales, invernaderos diseñados para el confort, cautivando de tal forma a sus nativos, que los ha encerrado en una burbuja, y no los deja salir, no sin traje espacial.

Es lógico, una especia adaptada al 100% a un determinado ecosistema, se hace vulnerable al más mínimo cambio en este , y si, me confieso como amo de la jungla de concreto. Pero nos han criado para navegar los ríos de asfalto, para tratar con determinadas diplomacias a nuestros co-habitantes, de hecho, gran parte de nuestra psicología, idiosincrasia y conocimiento general, se circunscribe a nuestra ciudad natal...y nos hacemos seres inertes, tontos turistas con sandalias y cámaras, fuera de nuestros dominios.

INUTIL!! ¿Se dan cuenta? ¡Una ciudad, unas cuadras, el exclusivo espacio que tenemos para desenvolvernos plenamente! Unos minutos de viaje en carro y nuestro oxígeno empieza a faltar, nuestro universo cambia de forma y se hace una desconocida y amenazante imagen, que solo presenciamos en Discovery Channel conducidas por atrevidos aventureros, más las vacas, los árboles y el pasto se hacen como kryptonita para nuestras almas urbanas.


Antes, a nuestros antepasados, los conocimientos sobre el medio ambiente les aplicaban para vastas extensiones de terreno, mientras hoy, vivimos cercados, casi como ganado, y por más amos que seamos, necesitamos cosas, muchas cosas, brillantes, vibradoras, hechas en Malasia, y si el refrigerador tiene bluetooth, se convierte en una ventaja despampanante ante los peligros de la vida actual.

Es ridículo depender de tantos artilugios, vivir equipado hasta los dientes con masajeadores de espalda, televisores de plasma, cepillos de dientes eléctricos, etc, parafernalias inimaginables años atrás. Se hace el uso de jergas que solo entienden unos miles, costumbres, mapas mentales, amistades, hasta dinero, que solo sirven en unos cuantos metros a la redonda.


Como ejemplo, expongo a vivas voces mi ineptitud biológica: me dan miedo las tortugas, dudo que pueda nombrar más de diez frutas, los únicos ríos que conozco huelen a excremento (en realidad son torrentes de las cosas que queremos ocultar, ese lado que escondemos debajo de la alfombra e ignoramos su existencia), si paso un par de días sin internet, siento una soledad profunda, pienso que más allá de mi ciudad la gente se come entre sí, mis instintos de supervivencia se limitan a abrir latas de atún y meter cosas al microondas, y puedo seguir, pero la verdad prefiero conservar mi autoestima.


Los ejemplos sobre la hegemonía de lo irracional sobran en cualquier ciudad del mundo, lamentablemente. La cacofonía de los claxons, las ofertas de chucherías en las calles hechas mercados, anuncios de neón que “se ven desde el espacio”, erguiéndose como las murallas chinas del siglo XXI, construidas para mantener a los bárbaros (si si, esos campesinos incultos que no saben ni prender una computadora) a raya de nuestros intocables monumentos sociales (ustedes saben, Myspace, Britney Spears, McDonalds).


Al final nada sirve, todo es una superestructura conceptual e imaginativa, dentro de un edificio pueden habitar miles de conceptos, bancos, hospitales, agencias de publicidad, todo es un concepto puesto en práctica por gente siguiendo ordenes, funcionando como hormigas, si eso es, colonias de insectos que se mueven instintivamente, acatando mandatos del orden establecidos (para mantener la “paz”), carentes de personalidad, con la mirada taladrando el suelo de 8 am a 5 pm, y los más estresante de todo, es la ceguera que estos pequeños insectos tienen...parece que los miles de canales de televisión absorben sus pensamientos, ¡las lobotomías ahora son inalámbricas! Nadie está conciente que vive en un mundo de conceptos, la complejidad de la ciudad es intangible, los obreros mantienen a los zánganos, y las reinas pasan el día fornicando y pariendo (no hablo de hormigas).


Más todo esto nos va a llevar a un fin inevitable, las desventajas del mundo civilizado se vuelven cada día más grande, y va a llegar el momento en que alguien nos cobre todo lo que hemos usado sin pedir permiso ni dar gracias, cuando hasta el más inepto de los consumistas, tendrá que tomar conciencia si quiere sobrevivir, si, soy apocalíptico, Dios va a tirar su granja de hormigas a la basura, no sin antes quemarnos con una lupa, o jinetes, o meteoritos.


La ironía hace huecos en las calles, el sarcasmo causa terremotos e inundaciones, a veces la picardía calienta y quema nuestras ciudades, y al menos yo, me siento totalmente desprotegido, me siento cobijado por una pequeñísima manta, ansioso y a la espera de esa gran nube gris que se vislumbra por las montañas, cargadas con pesadas gotas de agua, en el mejor de los casos. Los truenos de esa oscura tormenta, son como los cantos ceremoniales del caos, el grito gutural de la desesperanza, la burbuja se va a romper, y a la deriva quedaremos los citadinos incautos, imperfectos evolutivamente, y con nosotros arrastraremos el resto de la telaraña que se llama humanidad, la broma que fuera nuestra existencia, anunciará su final con la reverberante carcajada de Dios, Gaia, Xenu, los chinos, o quien diablos hubiere maquinado tal conspiración, lo peor, es que la humanidad nunca comprenderá el chiste y morirá como los grandes ñoños del planeta tierra que nunca maduraron, que nunca guardaron sus juguetes a tiempo.