miércoles, 14 de julio de 2010

El Averno

La noche era fría y lluviosa. Las gotas suicidas ejecutaban una sinfonía somnífera, que junto a la baja temperatura, se predisponían condiciones para un sueño plácido. Aún así, estaba sentado al borde de la cama, viendo por la ventana, admirando las ramas mecerse suavemente. Tal vez eso me podía tranquilizar.

Contrario a la lógica del entorno, no logré descansar mis párpados, algo me inquietaba, como un escozor, pero no estaba en mi piel, ni en mi cuerpo, simplemente algo no estaba en su lugar. Entonces hice a tomar del vaso con agua en mi mesa de noche, cuando sentí un extraño mareo, y noté el agua vibrar...¿será la inevitable verdad?. Oh, alucinaciones nocturnas tal vez…no, no era eso. Caminé hacia la ventana y sentí la misma frecuencia de mi cabeza vibrar en el vidrio. Abrí la ventana y una fuerte ráfaga de viento húmedo y gélido penetró en la habitación. Las trepidaciones de sus pasos agitaban violentamente la tierra e inquietaban el aire. Esa anunción en decibelios terroristas que hacían delirar a los incautos. Eran ellos, los transgredidos, los que ofendí con mis actitudes de fuero irreverente, los evadía, me iba a la deriva lejos de sus miradas críticas y su látigo, que con un golpe podían sacudir el mundo de cualquiera.

Yo sabía, maldita sea, las señales estaban en todo lado, pero no lo quise aceptar...¿Yo perseguido?¿Me estaban cobrando a estas alturas de la vida? ¿En serio tendría que acudir al exilio de mi propia identidad para saldar la deuda?. Mi esencia, mi don se transmutó en esporas, se incomodaron habitando mi carne y mis huesos, arrastrando mi infamia y mis derrotas, tachadas por mi inoperancia y mi negligencia, y se filtraron entre los poros para hacerse al vendaval invernal. Me sentí vacío, con la mente en blanco e incapaz de hilar pensamientos coherentes. Los pequeños remolinos de mi propio polvo danzaban con las gotas de lluvia, felices, ya no eran parte de mi, esa escoria sin honor.

Me precipité y grité, salí corriendo en ruta a el exterior de la casa, chocando contra cuanta pared me encontraba. Ya afuera, las ramas de los árboles parecían captar de la atmósfera pesada energías oscuras; se retorció forzosamente la madera de los troncos y formaban rostros tenebrosos, con sonrisas irónicas que irradiaban la satisfacción cínica de verme desposeído en el estrado. De pronto, parecía que todo se comenzó a disponer alrededor mío, en mi nublada vista veía los árboles moverse y disponerse en círculo, dejándome en el centro, a expensas de sus miradas. Hasta los más hábiles búhos parecían ser gárgolas expectantes en las copas, querían ver mi desfiguración inmaterial, querían ver como mi mente era sobrepasada en su capacidad, como era obligada a pensar lo impensado hasta entonces, lo pospuesto...

Pero los árboles eran si acaso lo más notorio del gran movimiento que poblaba la escena: más allá de la lluvia pesada y oscura, como torrentes de petróleo caídos de nubes pesimistas, bailoteaban sombras que volaban sobre mi cabeza, como carroñeros espectrales que se transfiguraban en medio vuelo, arrastrando sus borrosos cuerpos tras su cabeza fugaz, también se escuchaban risas y se veían ojos luminosos por acá y por allá, y demás consciencias que estaban allí para cumplir el contrato. Eran las 11:59, simplemente lo supe. Toda esta irrealidad me despertaba recuerdos de un pasado anterior a mi nacimiento, de pactos, de concordatos, de concesiones, de donaciones, del don…

Mi ideario y mi filosofía eran vanas suposiciones hasta entonces, me había traicionado día a día, mintiéndome a mi mismo. Vaciando las nubes, lloviendo siempre con sueños insulsos los campos a fertilizar, pero la semilla seguía guardada, no había arado aún el campo, diciendo, procrastinando el hecho, la tarea…lo pospuesto… Pues los mercaderes de la expectación no estaban muy de acuerdo con mis métodos en la agricultura de metas, me buscaban para cobrar, para cobrar las cosechas desperdiciadas a la infatua creencia injustificada de constancia y superioridad que yo siempre profesé.

El bosque ya era merecedor de un exorcismo. La tierra se tornó árida, gris y los árboles dejaron caer sus hojas, las cuales se volaron por todo lado, junto con las esporas y la lluvia, y tras un rugido omnipresente formaron una magna aurora en el cielo. Las ramas desnudas daban una idea esquelética de longevidad tortuosa, de senilidad, pero sus fornidos troncos aún estaban riéndose de mi, mientras las sombras danzaban contrapuestas a la mortecina luna, cuyo tenue fulgor rojizo moría poco a poco...

“Has pecado por última vez. Castigaremos las reiterantes transgresiones y burlas al balance universal, y haremos de justicia. Cobraremos la deuda de las promesas que no se cumplieron jamás.” – dijo la voz que se confundía con truenos.

Entonces toda la escena macabra empezó a reunirse en un solo punto: las hojas, el polvo, la lluvia, la tierra, todo, se arremolinó frente mío, alimentado por la luz de fuego se fundieron en un solo ente. Ni si quiera había suelo firme, solo una dimensión oscura que me rodeaba,...entonces de nuevo, se abrió el umbral.

Ya era hora...

Los avernos de mis tempestades se abrían de nuevo

La lava del infierno burbujeaba emanando pesadillas

Recalcitrantes recuerdos, de cuando me sumergí en esos ríos rojos

Como sentía que mi carne era cocinada en su propia inmoralidad

Tenía que entrar