jueves, 30 de julio de 2009

De océanos y distancias, fuego y presagios.

Las marcas en mi cuerpo no son
indelebles recuerdos , sino
tristes resabios que pronto sanaran.
Que mal…

Y es que aún destilo lágrimas
de cuando en cuando
con solo curiosear tu suerte
con suponer, imaginar, inventar
el lugar que te alberga ya.

Esa misma suerte me despelleja,
machaca con sus colmillos
las mariposas de mi estómago
vertiendo ácidos y olvido.

Me incompleta, discurre océanos
entre tu buena suerte y mi desdicha
Sonreís, lloro. Ambos somos felices.
Pero yo sigo aquí. Y mi felicidad
en realidad no existe

Soy feliz por vos, es tu camino
Yo entiendo: es tu cosmogonía
tu renacer, tu nueva vida.
Pero en mi cotidianidad, no es más
que arrancar una página de la vida,
arrugarla, romperla, esconderla,
pero sin antes voltearla, superarla,
agotarla.

Deseo retornar las manecillas
y hacerme masoquista
tomar el bus y verte,
aunque sea una tarde vez más.
Pero a estas alturas
de seguro un océano
ya divide nuestros cuerpos.

Y pensar que ayer
tan solo una mirada nos apartaba.


He acá una poesía. Casi nunca escribo poemas, y usualmente no lo hago muy bien, creo que esta no es la excepción. Más en todo caso, la utilicé como medio para desahogarme un poco. Aunque odio enclicharme y enmarcar la poesía en mi y mis sentimientos, cosa que generalmente no me gusta en otros autores. Pero bueno...

Tampoco me siento tan tan mal. Creo.

viernes, 24 de julio de 2009

Espíritu Débil

La agilidad era necesaria para sortear el tránsito por la calle peatonal, que a esas horas de la mañana se poblaba de seres dispuestos a nadar en la rutina de un día más de muchos que, sin grandes acontecimientos, se apilarían para contar una u otra biografía relámpago. Los alaridos de comerciantes dispuestos a lo largo de la avenida hacían cacofonías en contrapunto. Cada segundo nacía un nuevo grito publicitando chucherías chinas o películas pirata. Los indigentes se arrellanaban en el lecho adoquinado, costrosos y hediondos parecían esculturas urbanas que, después de todo, eran la concreción del modo de vida citadino.

Daniel caminaba presuroso, refugiándose del sol en las sombras de los pocos edificios altos levantados alrededor. A pesar del apuro le parecía imperioso admirar el carnaval donde los vendedores despreciaban a los indigentes, los transeúntes relegaban a los mercantes, y Daniel despreciaba a los que despreciaban…los indigentes repudiaban todo, aún que esgrimieran a Dios y su perdón divino como razón para atenderlos. En una valla en media calle se leía ”Esa mujer amada merece lo mejor para este 15 de agosto, regálele cocinas WomenAid“ y mostraba la imagen de una esbelta modelo cocinando y sonriendo al mismo tiempo, algo distante de su madre amargada y desgastada. Sorprendente que, tan pronto como el calendario hiciera del día del padre un ayer, ya los publicistas forraban la ciudad promocionando el día de la madre. De la nada y por la desatención a la realidad, se tropezó con la prótesis de pierna de un mendigo que cascabeleaba monedas en un vaso. Mientras procuraba equilibrio, el viejo le espetó una risilla pícara.

-Diay muchacho, aunque sea déme cien pesos para mandar la pata al taller – dijo entre risas acercándole el vaso.

Recién incorporado se rebuscó un par de monedas dentro del pantalón y se las dio al hombre.
- Gracias mi hermanito, que Dios lo bendiga.

- Tranquilo, más bien perdón – respondió Daniel suavemente tratando de aligerar el bochorno.

Ese pequeño episodio por alguna razón le despertó el hambre, y recordó no haber desayunado. Debía comer algo para completar sus compromisos, de otro modo se vería atascado en una fila o en un bus y las tripas se retorcerían en amenaza de desmayo . Así decidió dirigirse a una soda que se veía en la esquina. Se sentó en una banca de madera frente a una larga barra cubierta de cerámicas. A su izquierda estaba una vitrina de vidrio desplegando empanadas de queso que vertían grasa sobre el plato, emparedados fríos y enyucados del día anterior. Una mujer de corta estatura, con una red en el cabello y tez oscura se acercó a atenderle.

- ¿En qué se le puede servir muchacho? – preguntó la mujer con un marcado acento extranjero.

Daniel la miró casi con cierta duda y desconfianza.

- Si buenos días, señora. ¿Tiene desayunos? – preguntó con un tono frío y monótono.

Ya tomada la orden, la mujer encendió un televisor situado en un estante esquinero de su lado de la barra. De éste poco se podía ver, ya que una gruesa película de grasa difuminaba las imágenes. Daniel se quitó la mochila que andaba sobre la espalda para colocarla en otra silla, pero antes decidió sacar aquel periódico con editorial de izquierda que tanto le gustaba comprar, ya que él admitía cierta simpatía por la estética socialista, sin haberse comprometido nunca en alguna causa de este tipo.

“Desempleo aumenta al 8%, Sector de la construcción se contrae un 50%“ rezaba el titular del periódico. Tras cada vuelta de página una nueva mala noticia se anunciaba a Daniel,, y el denominador común para todas ellas era la siniestra y negligente administración de parte de un gobierno adicto al capitalismo, los rascacielos y el dinero. En el televisor grasoso se sintonizó el noticiario de las mañanas. “Policía finalmente desaloja a los vendedores ambulantes en Heredia“ contaba el presentador mientras se mostraban imágenes de tres policías apaleando en el piso a una señora cincuentona y con un vestido floreado. “Que se busquen un trabajo de verdad esos vagos. ¡El que es pobre es pobre porque quiere! Trabajos dignos hay por todo lado. “ aseveró un viejo encorbatado al noticiario desde su camioneta negra, ostentosa y lujosa como el carruaje de un noble francés de hace cuatro siglos.

La curiosidad obligó a Daniel a dividir su atención entre ambos medios de comunicación. No era tan fácil asimilar y aceptar las posiciones del papel contrapuestas a la televisión (todo lo que digan allí es cierto ¿no?). Sus dedos arrugaban la esquina de la página para pasar a la siguiente. “Construcción de nueva represa inundará pueblo colonial y reserva indígena“ decían las grandes y rojas letras impresas en el pliego. Daniel trataba de reflexionar un poco el asunto mientras mojaba un poco de pan en la yema cruda del huevo desparramado en su plato. Se llevó el trozo de bollo a la boca dejando sus labios amarillos y llenos de boronas. Entonces le llamó la atención el televisor de nuevo, transmitían la entrevista de un importante ingeniero con su gran casco amarillo, “¡No sé en que mundo viven estos ambientalistas!. Si construimos plantas térmicas, se quejan de la contaminación y el alto costo de la electricidad, y si hacemos plantas hidroeléctricas, ¡inundamos todo!. Pues el desarrollo no es gratuito“. Posterior a eso, los anuncios comerciales atiborraron el televisor de canciones estúpidas, mujeres imposibles y estafas maquilladas como menús económicos de comida chatarra. Inmediatamente después, la pantalla se hizo blanca y apareció una bandera de Costa Rica acompañada de las notas de algún himno entonado solo en alguna fecha patriótica indigna de remembrar, dado que no implicaba regalos y alegría para el mundo entero. Era una cadena televisiva donde el presidente haría gala de sus talentos diplomáticos.

“…algunos me han criticado por ser uno de los hombres más ricos de Centroamérica, por poseer empresas, casas, influencias. Aseguran que soy incapaz de comprender al pueblo, pero creo que los comprendo mejor que nadie, ya que de una u otra forma todos anhelan estar en mis zapatos. Pero les aseguro que soy un hombre honesto, dispuesto al servicio del pueblo, ese es mi único objetivo…“. De vuelta al papel. Siguiente página: “Comisiones millonarias cobradas por el presidente son pagos por clientelismo político“, “Terrenos arrebatados a campesinos son ahora villas privadas de varios miembros del gabinete“

- La verdad es que si, el que es pobre es pobre porque quiere. En este mundo existen demasiadas formas de hacerse rico. – comentó Daniel a la señora que atendía mientras pagaba su desayuno.

- -Si, pero la mayoría no son correctas. – acotó la extranjera mientras le daba el cambio a Daniel.

- Pero aquellos que se ven perjudicados hoy pueden ser beneficiados mañana. Es pura astucia.

- No esté tan seguro, llevamos generaciones saliendo por dentro, y siempre somos los mismos – respondió la mujer.

- Quien sabe…nadie conoce a la gente la verdad – dijo Daniel mientras contaba su cambio y fijaba su mirada sospechosa en la señora.

Él se levantó, se puso la mochila y abandonó el local. Se diluyó con el flujo de gente y no se hizo notar más.