Estoy recogiendo los pedazos rotos en el piso, involuntarioso, porque son basura, ya no sirven de mucho, más que para recordar lo que alguna vez fue y ya no es. Los estragos de la tempestad hicieron mella, los costos son altos, las pérdidas irreparables, pero sigo caminando, recogiendo, hincándome a veces, pero solo cuando nadie me ve.
De vez en cuando trato de unir dos piezas, como un rompecabezas, pero los linderos desgastados de las piezas nunca se fusionan, y no son sino una burda evocación de algo que hay que dejar atrás con dolor.
Todo es confuso y me cuesta comprender que no tengo ya que unir piezas rotas y viejas, sino, empezar de nuevo, hundir los dedos en el barro y moldear mi propio destino. La única objeción que mantengo, es que la lluvia sigue sin caer, y la tierra sigue árida y polvorienta.
La misión está cumplida, a medias eso sí, su concreción largó parte de mi esencia a un lugar lejano y nostálgico. El arduo trabajo me apartó de todo lo que tenía, para dislocarme en otra realidad vacua de inspiración pero llena de sacrificios, y mientras caminé, fui dejando partes de mí, regadas por todo lado, amigos y vivencias cuentan entre los muertos.
Me siento exhausto. Quiero sentir el viento en la cara de nuevo, juntarme del suelo, reconstruirme y salir a vivir de nuevo todo lo que no pude. Sin embargo, las constantes inconclusiones me siguen haciendo sentir un extraño dentro de mi propio cuerpo. Vamos a ver qué depara la vida, mientras tanto, voy a dejar estas piezas tiradas, para nada sirven ya.
viernes, 2 de noviembre de 2012
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