miércoles, 5 de noviembre de 2008

Laberinto Onírico


Que molesto que es todo...ya no puedo sobrellevar mi rutina diaria, he venido en una espiral descendente, no me permite ni siquiera sentarme en mi oficina sin cabecear. Ya no puedo sostener el pulso firme en los dedos, y mucho menos aportar como antes en las juntas de la directiva. Ahora parezco un simple secretario tomando actas, a veces hasta confundo el año en que estamos cuando escribo las minutas.

La fatiga me tiene harto. Cuando a penas son las ocho de la mañana me siento como si la luna estuviera asomándose por la ventana.


Antes no tomaba café, ahora me siento indefenso sin una taza humeante en el escritorio, a las que usualmente les disuelvo una o dos tiaminas, a veces la receta ha comprendido anfetaminas, pero la verdad solo agravan el problema del sueño...todo por no querer dormir.

Anoche por ejemplo, decidí que iba a afrontarlo, trataría de dormir. El cansancio extremo me ingresó al sueño profundo en pocos minutos, a pesar de las dudas que tenía sobre querer soñar.

Y ahí empezó...mi sueño: De pronto, levanto la cabeza, estaba sobre mi escritorio, en mi oficina, pero todo estaba apagado. Al parecer me había tomado una siesta que se prolongó hasta la marca de salida. Supongo que mis compañeros no me despertaron por lástima, ya tenía muchas ojeras y se tornaban antiestéticas.


El reloj marcaba la media noche, y la penumbra completa cubría la planta. Todos se habían ido menos yo, que estaba solo en ese gigantesco espacio, lleno de cubículos, que a excepción de las fotos de uno que otro familiar, eran todos igualmente grises.

Por la ventana solo se veían nubes rojas, diría que eclipsaron al sol del ocaso, pero su color era tan intenso, que no podía ser jamás el sol, es como si las nubes se hubiera cubierto de sangro, que tal vez se evaporó a millones de litros por segundo del suelo empapado. Quien sabe que clase de tormenta podrían desatar.

El resto de la vista no era muy prometedora. Sesenta y siete pisos hacia abajo, en la acera, no se veía ni una sola persona transitando, de hecho, en las calles no habían autos, ni buses, ni nada... la ciudad se había enterrado en el silencio, sus sábanas eran rojas, y solo se oía la respiración del viento ferroso.


Las grúas, que usualmente adornaban el paisaje en constante construcción, estaban tan herrumbradas que un par no pudieron soportar más su brazo precipitándolo al piso. Muchos rascacielos tenían varias ventanas rotas y estaban en total abandono. Un tramo de la carretera elevada se había desplomado.


Todo estaba pintado con sombras, con un filtro rojo. Excepto la valla publicitaria que promocionaba una pasta de dientes, pero aún así, estaba totalmente empañada en suciedad.

No esperé a descubrir que más había, porque en realidad ya lo sabía...era esa pesadilla de nuevo.


Apliqué las técnicas de sueño lúcido que aprendí hace unos años en aquel curso de meditación...”Esto es un sueño, esto es un sueño...despertate!”


Inmediatamente abrí los ojos, empecé a gritar. Di un brinco fuera de la cama y caí de bruces en el piso...creo que me dio un ataque de nervios o algo así, porque de pronto empecé a arremeter contra mi cama, ese lecho que todas las noches me daba miedo. Primero volqué el colchón, removí una de las tablas que lo soportaba, y la empecé a estrellar contra la pared, hasta que se partió en dos

Por todo ese ruido mi perro llegó y comenzó a ladrar, lo que me hizo entrar un poco en razón, y pues ahí me encontré: Medio enrollado en la sábana, agitado, con los ojos casi desorbitados, y la tabla destruida de una cama en mi mano. Supongo que fue un reflejo...


Esa cama me aterrorizaba cada noche, era como un foso que se escondía bajo el cubrecamas, siendo el sueño la carnada perfecta. Su fondo era un pantano, las paredes llenas de musgo hacían resbalar a cualquier que tratase de escalar. Y si, la traté de destruir para no afrontar más mis miedos, pero evidentemente fue inútil.

Toda la vida tuve mal dormir. Desde pequeño me desvelaba leyendo novelas de ciencia ficción, que provocaban que terminara viendo marcianos con pistolas de desintegración térmica, hombres lobo tratando de saciar su sed de carne conmigo o un cuarto de tortura de la mafia neptuniana, donde las más extrañas bestias del sistema solar me atormentaban por información que yo no tenía.

Tuve que aprender a convivir con ello. Hasta que finalmente, cuando las pesadillas se tornaron incesantes, decidí por...no dormir, o al menos no entrar a la etapa de sueño profundo, lo que implicaría estrés y fatiga constantes.

Los recuerdos sobre la pesadilla de la noche anterior estaban tan frescos que no podía evitar ver constantemente por la ventana para confirmar que las nubes eran blancas y el anuncio de pasta de dientes estaba en buen estado.


A veces cuando alguien entraba a mi cubículo con una de esas típicas torres de carpetas, me lo imaginaba muerto.

Pero no pude evitarlo, caí dormido sobre el teclado...


Tan fresco estaba la pesadilla, que parecí haber ingresado en su continuación, como que si mi fatiga fuera tan grande, que realmente nunca me desperté por completo y el sueño quedó ahí en mi memoria a corto plazo, esperando a ser finalizado.

Levanté la cabeza del teclado, y ahí estaba ese resplandor rojo desangrando el memo que la tachuela fijó en la pared prefabricada.

Por alguna razón sentí que tenía que llegar a algún lugar, y sabía exactamente a donde era: Al otro lado del largo edificio (malditos ingenieros), donde era la sala de reuniones, era.

El terror subió y subió por mi cuerpo, cuando colmó mi pecho llegó a mi cabeza, y la perdí, caí en estado de pánico y acaté a correr como desgraciado a través de ese laberinto prefabricado de murallas incoloras, solo bañados por unos cuantos rayos de intenso rojo.

Cuando aún mi silla daba vueltas, escuché un golpe a unos cubículos a mi izquierda, y mi corazón se aceleró, ya sabía que era.


Seguí corriendo, y a los pocos metros, sentí alguien se abalanzaba a mi espalda. Era uno de ellos...

Nos batimos en el suelo unos segundos, no tuve piedad, lo mordí, lo pateé, y finalmente logré escaparme, no sin antes propinarle una patada en la cabeza.

Esas criaturas eran hombres, o algo así. Tenían todos camisa blanca y corbata negra, el mismo estilo de zapatos y eran calvos. No tenían muchos rasgos faciales, solo pliegues en la piel donde asomaban intentos de labios y nariz, y se hundían unas depresiones donde debían ir las cuencas. La piel que los cubría asemejaban tejido de cicatriz. No tenían boca, eran mudos, pero un murmullo fantasmal brotaba como de la nada cuando estaban cerca, indistinguible, sabía que eran palabras solo por el fuerte siseo.

Cuando retomé mi curso vi que dos de ellos me seguían por el pasillo, no eran muy rápidos, pero eran muchos, y creo que podían teletransportarse a voluntad.

Traté de sortear mejor el laberinto, ya lo había hecho varias veces, y pues entonces medité un momento mi ruta, lo que me hizo ir más directo hacia mi objetivo y no golpear contra todas las paredes a mi paso.

Por fin logré llegar a la entrada del cuarto, resguardada por una puerta doble de madera gruesa...y la abrí.


Adentro, el cuarto parecía como el cuarto de control del laboratorio de un científico loco (o proyecto ultra secreto del gobierno), lleno de consolas, paredes llenas de cables y luces, y no había piso ni paredes, solo una malla metálica que permitía ver todo eso. En la pared opuesta a mi, había una mesa ovalada, con una mujer bellísima sentada con las piernas cruzadas en ella, tapándose los senos con el brazo derecho, mientras con el izquierdo me hacía señas para que me acercara.

Yo sabía que si lograba alcanzar a esa mujer, lograría acabar con las pesadillas, al igual que sabía donde quedaba ese cuarto, y como eran los hombres sin cara...ya había vivido eso, era instintivo. Pero, en ningún sueño, logré alcanzar a la mujer, no logré descruzar sus piernas ni quitar su brazo, mucho menos darle un beso, ella era mi salida, pero...siempre me cortaba la garganta uno de esos sin-rostro, siempre...y nunca podía alcanzarla...ese era mi mayor miedo: afrontar la frustración de nuevo, y no tanto el dolor “físico” que me causaba y el terror que me invadía...sino nunca advertir a ese maldito que siempre me degollaba. Era lo que quería evitar cuando dormía, la verdad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

me gustó este sueño extraño :P Interesante estructura, y engimático.