El aire está más ralo que nunca,
los pulmones quedan insatisfechos,
del mismo modo que los ojos lloran daltónicos
ante la eterna pintura que se cierne y se ciñe
sobre su vista cansada
que apela por un dinamismo surgido
de los vientos acarreadores
Esos nutrientes son ahora inertes,
por última vez los árboles perdieron sus hojas
y la realidad azota en forma de calor apabullante,
de extrañeza ante la realidad espacial
del gris deshidratado, descascarado
con el que se tapiza
las paredes de la cotidianidad
del petrificado panorama,
a penas violentado por unas cuantas nubes
irreverentes, como los destellos de aquel hombre
Quiere escapar, volver a sentir, volver a ver,
redescubrir las texturas básicas de los universos
inmensos que siempre supo pero no tiene.
Reconstruir las conductas más básicas
en un nuevo marco de experiencias
que exciten los balbuceos en su pecho
y los convierta en gritos estremecedores
de cielos multihemisféricos
La esfera que contiene hasta entonces
todo su ser, está a punto de ceder.
La presión del ego que lucha por salir,
y el gigante finalmente maduró.
No pertenece más a ese mundo
donde las cosechas son insuficientes
para mantenerlo lúcido y en pie.
Por el cenit huyó, y dejó atrás
esa burbuja diminuta, descascarada,
decadente, mohosa, insuficiente.
Ahora navega entre espectros
de infinitos sentidos sinestéticos.
Ni olores, ni sabores, ni colores.
Todo es lo mismo:
Una sensación holística que rompe fronteras
Hila el tejido del universo y le da sentido.
Comprensión individual a través de la comprensión global.
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